Sos áspera y árida. Los frutos de tus árboles tienen la pureza que sólo lo salvaje puede ofrecer, pero es eclipsada por el olor a podrido que emanan tus acaloradas alcantarillas. Disimulando tu pudredumbre con la permanente mezcla de olores: sopa, maiz y galletitas.
Tus inviernos son más fríos y tus veranos hacen hervir la brea. El color de tus carteles dura poco, rápidamente luego de pintados comienzan a desvanecer su color.
Acorralada entre la grasa y resabios de prosperidad de Munro y la historia y la población orgullosa de Martelli. No sos ni una cosa ni la otra. Las líneas de colectivo te tienen olvidada, sólo los que están de paso hacia otra zona se dignan a levantar a tu gente.
Varias religiones te ayudan a sobrevivir y a asomar la cabeza entre la pobreza que te mete presión desde abajo.
Tus negocios que se abren y cierran sin resignarse al fracaso, olvidando al instante cada crisis que te castiga como a nadie. Siendo la frontera entre dos mundos absurdamente dispares, desde la opulencia de tu este hasta lo precario de tu oeste, sos el reflejo mismo del país al que pertenecés.
lunes, 3 de noviembre de 2008
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