lunes, 14 de abril de 2008
Las Escaleras de Subte También
Situación: estación con mucho tránsito de gente en hora pico; y para salir de la estación hay dos opciones, escalera común o mecánica. Lo que me resultó muuuuy curioso es que en las escaleras mecánicas se forma una suerte de doble carril. Este posteo se trata sobre este fenómeno. Lo loco es que está el carril rápido, curiosamente el de la derecha (como si la escalera siguiera, por un extraño motivo, las mismas reglas que una autopista), y el lento, de la derecha. Por el carril rápido la gente sube la escalera, sumando la velocidad propia a la de la escalera mecánica. Por favor! como si se ahorrara tanto tiempo. Además te la entiendo si estás bajando al subte, porque siempre está el fantasma de "huy, se me está yendo el subte y voy a tener que esperar 15 minutos como un boludo" (aunque igual pensemos un poquito... ¿realmente cuántos subtes logramos madrugar así?). Pero no, viejo, cuando uno se baja del subte, ya está, la oficina no se va a ir a ningún lado. Se puede tranquilamente tardar 30 segundos más y disfrutar de la escalera mecánica, en lugar de anular totalmente la dulce sedentaridad que nos brinda. Si queres hacer ejercicio, para eso está la escalera común. Además no es que la gente sube por la mecánica porque es la que tiene más cerca, no, la elije deliberadamente, hace la cola para ir por ahí, y después de pone a peldañar. Lo gracioso es que es más tiempo el que se pierde en la cola (por no ir por la escalerá común) que el que se gana por subir peldañeando. El fenómeno del carril rápido ya está tan institucionalizado, que si entras en él y no te moves, quedando el vacío delante tuyo, los que están atrás tuyo llegan a empujarte o por lo menos ponerte cara de orto. La presión es tal, que muchas veces debe pasarse al carril lento si no se quiere ser inmolado por los apurados. La técnica para esto también es curiosa: se debe buscar el peldaño de arriba con carril derecho libre más próximo y pegar un salto (donde había otra persona con las intensiones opuestas a las nuestras que también hizo un cambio de carril). No voy a caer en el lugar común de decir que esto es culpa de la alienación que nos rodea, y que la causa de esto es, a fin de cuentas, que nos tatuaron en el cerebro que no podemos tardar ni medio segundo más en nada. A lo que apunto, y voy a volver sobre este tema, es que ahora está prohibido colgarse. Para mí, viajar en transporte público, y en general viajar, es una oportunidad para reflexionar. Sobre todo en los transbordos cuando no hay ni mp3, ni libro, ni revista, ni nada posible que nos distraiga. En esos momentos, en los que no nos queda otra que prestar atención, disfruto de ver las caras de la gente, observar detalles. Escotes, trajes mal planchados, medias relucientes con zapatillas rotosas, cayos monstruosos sobre zapatos de taco, pelos de oreja, ojos celestes, puntos negros del tamaño de mi pulgar, gel usado de la forma más mambrusera, etc. Por eso cuando voy en la escalera mecánica me gusta mirar para atrás, ver el conglomerado de gente, y fantasear con cómo serán la vida y las ilusiones de cada una de esas personitas que a pesar de estar en medio de ese mar de caras, de alguna forma se creen únicos e irrepetibles en el universo. ¿A quién se le ocurre que voy a perderme ese momento por ganar treinta segundos en el laburo?
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1 comentario:
Dale Ano-nimo! Posteate otra!!
Te quiero.
El amío del alma.
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